miércoles, 13 de mayo de 2015

We are Burning

Un radiocasete enganchado en la parrilla de una bici, un perro robado en la mano que no sujeta el manillar, el saco en la espalda y noches y Kilómetros de carretera aguardando. Éramos adolescentes e inmortales.
Teníamos una única cinta para el casete y no dejábamos que callase. No oíamos el chirriar de las cadenas ni las respiraciones forzadas; cuando una cara llegaba al final nos deteníamos, dábamos la vuelta a la cinta y la música comenzaba de nuevo. Era la banda sonora de un viaje de descubrimiento, Noches de Rock&Roll, de un grupo llamado Burning.
Algún año después fuimos a un concierto y nos encontramos al grupo desayunando, el Rissi vestía gafas de sol, chupa de cuero y chándal. No nos atrevíamos a acercarnos,  eran estrellas del rock, pero lo hicimos, ¡Y nos firmaron los carné de conducir!
La vida nos golpeó a todos y El Huracán se convirtió en realidad. Vimos a unos Burning en horas bajas tocar en Bilbao y buscamos a Jhonny cuando acabaron. Le enseñamos el carné caducado y le pedimos otro autógrafo.
–Para qué quieres una firma –dijo– ¡Mejor un abrazo!
Y supongo que con aquella frase nos convirtió en sus seguidores.
Recuerdos de noches de fiesta y conciertos, muchos conciertos: buscando pensiones baratas; cantando a gritos en primera fila; provocando un apagón al contraatacar con benjamines la botella de champán de Jhonny; sin quitarnos las gafas.

Los Burning se convirtieron en un motivo para cruzar la península y seguir en contacto. No somos fans, somos los mismos críos que pedaleaban cuesta arriba mientras Rissi cantaba en una radio a pilas. En algunos conciertos aún nos juntamos, no importa dónde. Nos ponemos las gafas de sol para movernos en la oscuridad y recobramos lo que éramos, lo que seguimos siendo, y sabemos que estamos vivos, que seguimos en la carretera, pedaleando. We are Burning.

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