miércoles, 19 de marzo de 2014

¿Quién escribe los relatos?


 

Esta pregunta es clave, ya sea a la hora de interesarte por alguno de mis relatos, ya sea por curiosidad, una vez hayas concluido uno de ellos. Te responderé con toda claridad:  yo no soy, tengo un negro, y si bien todos los elogios los acepto, cargaré las críticas en sus espaldas.

Pero…, siendo sinceros, no puedo decir que tengo un negro, no me haría ninguna propaganda. La expresión “tener un negro” se ha convertido en un arcaísmo. Significa tener una persona que hace el trabajo que uno no desea hacer, pero de una forma igual o mejor (no lo buscaré en el diccionario de la RAE para no estropear mi argumento). Es un anglicismo, los americanos tenían muchos negros y los debían tener en buena estima para dejarles escribir sus libros (tiene hasta un presidente). Y aquí, hasta que se materializaron con la emigración, hacíamos una traducción literal, que ya no es útil, porque hemos visto que los negros solo sirven para trabajos no especializados.

Si quisiese hacer una buena traducción del inglés, y teniendo en cuenta que “negros” ha habido en todas las épocas…, ¿qué “raza” tendría que usar?, ¿negros?, no había, ¿árabes?, los echamos, ¿judíos?, también los echamos, pues tendría que ser gitano. Y claro, decir que tengo un gitano, en el gran Imperio español no ha vendido ni vende libros. Por esta razón se recurre, o se recurría, a la mala traducción de “negro”, porque los negros que visitaban España no eran negros, eran negritos, y provenían de Estados Unidos o de adineradas familias africanas.

Con la llegada de la emigración se fastidia la traducción. Puede que los negros trabajen en lo que nosotros no queremos, pero son cosas mecánicas, además, son perezosos, nada que ver con el afamado emigrante español. Decir pues, que tengo un negro me dejaría en mal lugar, pues te estaría indicando que este texto, que luego firmaré yo, está escrito por un gandul que solo sabe pasear ladrillos en carretilla.

Visto lo visto, sería más lógico decir que tengo una puta, pero tampoco, porque la puta, por definición y dinero, hace todo lo que quiero que haga y me apetece hacer a mí, además, ofendería a la igualdad de género.

Si te digo que tengo un político responderé a la definición que te propuse, pero ni yo mismo me lo creería, la definición de político fue sepultada y enterrada por los déspotas que ahora ocupan esos cargos.

Tendré que recurrir a otra minoría étnica emigrante, pero, cuál: rumanos, búlgaros, peruanos… no, todos vagos, no sirven como negros.

Para evitar la mala imagen de todos estos pueblos no me queda más remedio que recurrir a los países más ricos, y tampoco es fácil. No puedo decir que tengo un americano, todo el mundo sabe que son ignorantes, incapaces de situar a España en el mapa (que no me pregunten donde está Ontario (esto lo dice el negro, no yo)). Ni un francés, porque son bordes y vuelcan camiones, ni un inglés, porque no devuelven el Peñón, ni un alemán, cabeza cuadrada y falto de imaginación…

Estoy confundido, al final tendré que decir que soy yo el que escribe mis textos, aunque no sea cierto. Desde que se materializaron los negros se fue al trate el concepto. No hay nación que pueda escribir, por encargo, un libro a un español y quedar a la altura.

¿Será entonces la solución utilizar  los recursos de España?  Y decir con orgullo: ¡tengo un andaluz!, no, no puedo, demasiado vagos. ¿Un catalán?, demasiado agarrado para compartir sus ideas, además, solo escriben en su lengua. ¿Un madrileño?, no, solo se mira su ombligo… Difícil cuestión la del encargo de libros.

Han pasado dos días desde que intenté responder la pregunta, he dormido mal y comido poco, mi negro ha dormido mejor porque no es su problema. Y esta mañana, mientras daba vueltas a la cucharilla en el café, he llegado a la conclusión de que la expresión “tengo un negro”, ha de ser abandonada.

Ya sé que me fui por las ramas. Me preguntabas quién se esconde detrás de estas líneas. Te diría que yo, pero no es verdad. Tengo un…, tengo un… ¡extraterrestre!, verde, de una raza que no conoces. Él escribe y yo lo alimento con lechuga (simbiosis). Si dices que le has visto te responderé que es de otra galaxia, y si dices que es vago, mal bicho, o pendenciero, te diré que sus emigrantes son reconocidos, eones después, como los mejores que se han visto en el universo. Lo mismo construían una estrella de la muerte que prismas perfectos en Júpiter.

El extraterrestre escribe, yo firmo.

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